24 ene 2013

Pastoral de la Esperanza_2002-2012




  PASTORAL DE LA ESPERANZA

                        Arquidiócesis de la Santísima Concepción

 Descripción de la experiencia.-

El dolor y el sufrimiento se presentan en cualquier momento de nuestras vidas, llega sorpresivamente, aplasta con una fuerza inimaginable, nos derrumba, a muchos los aísla; entonces, surgen muchas preguntas, vienen los cuestionamientos, nos sentimos incomprendidos. Por eso, nuestra Iglesia se ha preocupado de crear una instancia en donde se acoge y acompaña a las personas que pasan por algún dolor y sufrimiento, que los llevará a comprenderlo , a aceptarlo y a vivirlo con Cristo. Bien dice Santa Teresa de los Andes “a la sombra de la Cruz, todo sufrimiento se aliviana”.

Nuestra Arquidiócesis de Concepción, ha creado esta instancia de ayuda a través de la Pastoral de la Esperanza que opera en Casa Betania, de Concepción a cargo de su Asesor, Pbro. Arnoldo Vega junto a un grupo de Laicos comprometidos con este servicio. Esta joven Pastoral tiene su origen en la Parroquia Santa Cecilia de Talcahuano, específicamente se inicia como un plan piloto en la Comunidad San Martin de Porres, al alero de la Pastoral Familiar de la Parroquia hace 10 años atrás, para ir en ayuda más eficaz y personalizada a las personas que sufren situaciones de ruptura matrimonial y abandono.

Posteriormente a la formación de los primeros Talleres y grupos de personas en situación de rupturas matrimoniales, se van sumando personas con distintos tipos, formas y expresiones del sufrimiento y dolor humano. Esta nueva experiencia Pastoral va dando sus frutos y resultados positivos en las personas y luego se hace extensiva a otras Comunidades de la Parroquia y también surge la necesidad de formar nuevos Monitores  para atender este servicio.

Es así que actualmente la Pastoral de la Esperanza está incorporada al servicio de nuestra Iglesia de la Arquidiócesis de Concepción y ofrece estos Talleres a las Parroquias y sus  Comunidades con el objeto de atender situaciones específicas en el ámbito de lo que acontece a las familia y personas, como son los casos de crisis o rupturas matrimoniales, viudez, pérdida de un ser querido, enfermedades, pérdida del trabajo, soledad, abandono, frustraciones, discapacidades, etc.; es decir el dolor y sufrimiento humano en todas sus dimensiones y expresiones.

En todas estas situaciones es preciso acoger, acompañar y evangelizar a las personas afectadas, las cuales sufren a menudo, además el dolor de una realidad personal y familiar no querida ni buscada por ellas, diferentes formas de discriminación social.

 

Objetivo General:

Acoger, acompañar ,escuchar y evangelizar con renovado espíritu misionero, a todas las personas que pasan por situaciones de dolor y sufrimiento, donde se promueve la vida y el amor, como valores esenciales de la dignidad humana; participando en la construcción de una sociedad justa y solidaria, al servicio de la vida.

Objetivos específicos:

 

  • Acoger y acompañar a las personas que sufren  del dolor de una realidad personal y familiar no querida ni buscada; invitándolos a profundizar en el amor de Dios, a ejemplo de Jesús “buen samaritano”.
  • Evangelizar a las personas que sufren, mostrándoles un camino de esperanza, donde puedan realizar un proceso de vida que conlleve a asumir sus dolores, los reconforte, llevándolos a una plenitud humana y cristiana, transformada por el amor de Cristo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Jn. 16, 16).
  • Ayudar a las personas que sufren a sentirse integrados plenamente en diversas actividades de la Parroquia. “Por la fe en Cristo Jesús, todos ustedes son hijos de Dios” (Gálatas 3, 26).
  • Invitarlos a seguir creciendo en comunión y fe, a través de Cristo, formando Comunidades de Vida, donde descubran y desarrollen la propia vocación a la que han sido llamados.

 

¿Dónde está la novedad?

La acción Pastoral de la Iglesia no se debe limitar solamente a las familias y personas  cristianas más cercanas, sino que ampliando los propios horizontes en la medida del corazón de Cristo, se mostrará  más viva aún  y en particular hacia aquellas que se hallan en situaciones difíciles   o irregulares, de dolores y sufrimientos. Para todas ellas, la Iglesia tendrá palabras de verdad, de bondad, de comprensión, de esperanza, de viva participación en sus dificultades a veces dramáticas; ofrecerá a todos su ayuda desinteresada, a fin de que puedan acercarse al modelo de familia que ha querido el creador “desde el principio” y que Cristo ha renovado con su gracia redentora.

En su exhortación apostólica Familiaris  Consortio, el Papa Juan Pablo II despliega todo el abanico de situaciones conflictivas y dolorosas en que pueden encontrarse las personas (adultos y jóvenes), lo hace con la intención de invitar a los católicos a ofrecerles una ayuda eficaz a través de la iglesia (actividad pastoral). Atendiendo a las palabras del Santo Padre y viendo la realidad de las personas y las familias en el día de hoy es que nos hemos atrevido a dar este paso.

Sabemos que la experiencia humana más desconcertante de todas es el dolor, porque nos golpea como una fuerza destructora de todo aquello que da sentido a nuestra existencia: la felicidad, el amor, la vida misma.

El dolor desmorona sueños, remece convicciones, despierta dudas; también en el plano religioso; pues nos cuesta conciliar su existencia con la de un Dios con rostro de Padre Bueno.

Sin la FE, el problema del dolor y del mal no tiene respuesta. Jesucristo es el único que ilumina este misterio, cuando nos habla del grano de trigo que muere para que surja la espiga (Jn. 12,24-25), nos da ya una primera pista; mostrándonos que ciertos procesos destructivos pueden estar al servicio de la vida.

 “Vengan a Mí los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de Mí que soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio.”

(mateo 11,28-29)