9 oct 2009

PASTORAL DE LA ESPERANZA Arquidiócesis de Concepción


Sabemos que la experiencia humana más desconcertante de todas es el dolor, porque nos golpea como una fuerza destructora de todo aquello que da sentido a nuestra existencia: la felicidad, el amor, la vida misma.
El dolor desmorona sueños, remece convicciones, despierta dudas, también en el plano religioso; pues nos cuesta conciliar su existencia con la de un Dios con rostro de Padre bueno.
Sin la FE, el problema del dolor y del mal no tiene respuesta. Jesucristo es el único que ilumina este misterio, cuando nos habla del grano de trigo que muere para que surja la espiga (Jn. 12,24-25), nos da ya una primera pista; mostrándonos que ciertos procesos destructivos pueden estar al servicio de la vida.
Jesús, el maestro paciente y humilde nos hace descubrir a través de la cruz, la misericordia de Dios “vengan a mi los que se sienten cargados y agobiados, porque yo los aliviaré” (Mt. 11, 28), nos invita amorosamente a seguirlo, nos dice que “no les quitaré la carga, sino que al imponerles mi yugo, les daré el medio de llevar la carga”.
En su exhortación apostólica Familiaris Consortio, el Papa Juan Pablo II despliega todo el abanico de situaciones conflictivas y dolorosas en que pueden encontrarse las personas (adultos y jóvenes), lo hace con la intención de invitar a los católicos a ofrecerles una ayuda eficaz a través de la Iglesia (actividad pastoral). Atendiendo a las palabras del Santo Padre y viendo la realidad de las personas y las familias en el día de hoy, se ha creado en nuestra Arquidiócesis la Pastoral de la Esperanza.

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